lunes, 11 de octubre de 2010

Pat Tillman: Morir como un hombre de verdad

Por Paul Elam

Nota: Recientemente leí un artículo que me hizo reir en goodmenproject.com. Se trataba de la vida y muerte de Pat Tillman. Me molestó tanto que les envié un mail sobre el artículo. Me sorprendió recibir una respuesta cordial, invitándome a que mi opinión fuese publicada como entrada al blog en su sitio web.

Debo de decir que pienso que ese sitio Web deja mucho que desear, primeramente en el supuesto de la linea editorial sobre que es importante “mejorar” a los hombres en lugar de enfocarse en los problemas reales que enfrentan en esta cultura misandrica. Sin embargo la respuesta de parte de ellos sobre mis preocupaciones fue genuína, de modo que les envié este artículo.

Rara vez estamos de acuerdo en el área de las políticas sexuales, de modo que no quiero dejar pasar ninguna oportunidad que pudiese ser de ayuda para la causa. (Paul Elam)

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Al leer el tributo a la ex-estrella de la NFL, Pat Tillman, quien abandonó una lucrativa carrera en el fútbol americano para servir a su país, me encuentro negando con mi cabeza muchas veces. He experimentando una especie de sensación enfermiza. Hubieron muchas referencias a su valentía y sacrificio como indicadores de masculinidad esencial.

En una era en la cual los hombres luchan por encontrar el significado elusivo de la palabra “masculinidad”, la historia de Tillman prueba ser muy útil en cuanto a discernir el camino a evitar.

Ahora procederé con mucho cuidado. Pat Tillman era un hombre con integridad y compromiso a sus ideales propios. El sacrificó mucho, a la final lo sacrificó todo para seguir sus convicciones. Aquellos que lo amaban y necesitaban también pagaron un precio enorme.
Pero cuando miramos más allá de las fanfarrias y los reconocimientos y del deseo entendible de darle algún significado a su muerte, aquí hay una verdad incómoda que requiere de nuestra atención. Su vida fue otro de los miles de pagos en sangre por una guerra mal concebida. Peor aún, el ejercito al que él sirvió fielmente, buscaba engañar al público sobre las circunstancias en las que murió para convertir su muerte en buenas relaciones públicas para los esfuerzos bélicos. En pocas palabras, buscaban capitalizar en uno de sus muertos y no les molesta mentir para lograr el objetivo.

Esto no es nada nuevo. La sangre de hombres como Tillman ha manchado las páginas de la historia desde que la empezaron a escribir en papiro; se sacrifica a los hombres y a los niños rutinariamente por el bien de la avaricia y/o del nacionalismo mal guiado – después se los aclama como heroes, hombres entre los hombres, para ser idealizados e imitados (con suerte con contratos de enlistamiento militar)

Esto nos lleva al primer punto si es que queremos resolver legítimamente los problemas de los hombres en el mundo moderno. La loca preferencia de los hombres como carne de cañón tiene que parar y finalmente también debe de detenerse la visión de que los hombres son prescindibles.


Todos ellos son como Pat Tillman


Aquí es precisamente donde nos encontramos con muchos problemas. Entender esto requiere un poco de franqueza descarada, no sobre los roles de género, sino sobre las políticas de género.

Se habla mucho en estos días sobre hacer que los hombres se conviertan en buenos padres, esposos y ciudadanos. Gran parte de esto, por supuesto, se predica en el atroz mito de que los hombres no son estas cosas desde el principio y que sus vidas no necesitan ni merecen la atención compasiva por el simple proposito de mejorar sus vidas. Todo lo que queremos de los hombres está pensado de alguna forma en el beneficio de otros. Sin importar las buenas intenciones (y a veces no hay buenas intenciones), estos esfuerzos hacen muy poco más que tratar a los hombres como artefactos humanos.

Aparte del sentido de privilegios sexista inherente en estas ideas, nada de esto tiene ningún sentido cuando miras a lo que ha pasado en el mundo occidental en el último medio siglo.

Nos embarcamos en una revolución sexual diferente a cualquier cosa que hayamos visto antes. Las mujeres, quienes podría decirse que estaban limitadas por sus roles de género, se liberaron al principio de esta revolución. Ellas demolieron las barreras, entraron a los reinos de la fuerza laboral, de la educación y de la creación de empresas. Lo han hecho tan bien, de hecho que ahora son una mayoría sólida en nuestras universidades y superan en números a los hombres en los trabajos.

Todo esto siguiendo con la idea de que no se podía o no se debía confinar a las mujeres a las cocinas, al trabajo doméstico y a criar a los niños. Personalmente estoy de acuerdo con esto, pero incluso si eres alguien de punto de vista tradicional, el hecho es que nuestra cultura lo ha aceptado, de modo que ya no hay forma de regresar al pasado.

Sin embargo, ahora que celebramos el traspaso de los roles tradicionales de las mujeres hacia vidas supuestamente más actualizadas, también ponemos nuestra atención en los hombres, examinamos sus roles de género y concluimos que; bien, concluimos que no podemos concluir nada que se ponga en el camino de que los hombres provean cualquier servicio que sea necesitado o requerido.

Para los hombres, no podría haber ninguna liberación de sus roles. En lugar de eso debemos dejarlos atrapados ahí y les empezamos a añadir las cosas que solíamos esperar de las mujeres.

Deja el control remoto y toma los trapos de limpiar. A menos que, por supuesto, que sea nacesario que tomes un rifle.

Estas son las nociones recientemente agregadas de las masculinidad real, mayormente son sobre trabajo doméstico y caballerosidad reforzada, parecen definir nuestro único interes real en cambiar a los hombres. Después de todo, sacrificio y muerte, como se aplican al rol masculino, son formas muy severas de limitaciones en si mismas. Pero este hecho que inconveniente para una sociedad que alaba una igualdad falsa, es ignorado. De modo que mientras a las mujeres les dimos el derecho al voto , a los hombres les dimos más sufrimiento.

El resultado natural de la liberación de las mujeres de los mandatos de sus roles de género debió haber sido para que hagan lo mismo que hacen los hombres. Solamente eso hubiese traído a las mujeres muchas más responzabilidades y cargas junto con sus derechos incrementales. Pudo haber sido, más desafortunado y haberles traído muertes y sufrimientos incrementales que los hombres han resistido durante mucho tiempo. Tal y como podemos ver, eso no sucedió y eso remueve toda la credibilidad a la causa que supuestamente quería traer igualdad a la sociedad.

Para hacer que las cosas malas sea aún peor, mientas valoramos la habilidad de matar de los hombres y su voluntad para morir los hemos avergonzado y ridiculizado por su tendencia a ser violentos. Hemos insistido, con deshonestidad familiar, que la “nueva masculinidad” se debe de caracterizar por la gentileza y sensibilidad, mientras los tratamos como si no mereciesen ninguna de las anteriores.

Esto no se aplica sólo en el campo de batalla.

A pesar de todos los supuestos esfuerzos por producir una sociedad neutra al género, los hombres siguen siendo el 98% por ciento de todas las muertes en combate, 93% de todas las muertes en el trabajo y 79% de todos los suicidios. Esto revela que tan reacios somos en reconocer la vida de los hombres. Los vemos como si fuesen poderosos y privilegiados, como herederos no merecedores de lo que recibieron. Peor aún, los vemos como tiranos opresores, quienes toman lo que quieren de los débiles a su antojo.

Esto es cierto para menos del uno por ciento de los hombres y siempre ha sido así. Para los demás, incluyendo a los Pat Tillmans de este mundo, sus vidas se tratan de servidumbre y muerte. Para mantener el status quo los vemos habitualmente como si perteneciesen a una minoría fraccionaria. Equivocamos lo que es más común, la impotencia masculina por poder masculino; prescindibilidad masculina por dominación masculina. Y les brindamos nuestros respetos en sus mejores momentos, justo antes de enterrarlos.

Nos hemos cegado a una realidad a la cual tenemos que despertar si es que vamos a convertir a los hombres en aquello en lo que decimos querer.

Si queremos enseñar a los hombres a que dejen de matar, primero debemos de enseñarles a que dejen de morir. Y para hacer eso, primero tenemos que ir a donde nadie quiere que vayamos. Tenemos que enseñarles a los hombres primero, a que rechacen las presiones de ponerse como protectores y proveedores, segundo, enseñarles a valorarse como seres humanos. Los intentos de cualquier profesor de estudios para mujeres por convertir a los hombres en robots convenientes para la sociedad nos van a sacar de este ese estado.

Las respuestas para esto no son simples, ni tampoco vamos a llegar a ellas en el futuro cercano. Pero empezar con el pie correcto es reconocer que hombres como Pat Tillman tienen mucho más que ofrecer al mundo si siguen con vida.


http://www.avoiceformen.com/2010/10/01/pat-tillman-dying-like-a-real-man/

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