domingo, 18 de julio de 2010

Como Matamos a Johny

Fue tres semanas después de que me fui del último centro de tratamiento residencial para el cual he trabajado. Una mañana de domingo para ser preciso y el teléfono sonó, despertándome del lindo sueño en el que estaba. Era Camille, de modo que sabía que no era nada bueno. Ella jamás me llamaría si hubiesen buenas noticias.

“¿Te acuerdas de ese chico Johny con quien trabajaste, ese de Luisiana?” me preguntó.
“Si, ¿Por qué?”
“Está muerto” dijo ella. Lo dijo en un tono como si no disfrutace dar malas noticias y fallace en discimularlo.
“¿Drogas?” Pregunté
“No,” ella respondió, “Suicidio. Mató a esa chica con la que se había casado. Y mató a un tipo que estaba durmiendo con ella, pero él fue el que los mató.”
Yo me quedé en silencio
‘de todas formas, se que te gustaría saberlo.’
Cerré el teléfono sin decir nada más. ¿Sabía que me gustaría saberlo?
Basura.
Ella no podía esparar por decirmelo. Esa mujer era una guerrera feminista sobre ruedas. Ella hizo una carrera de decir a los hombres a los que ella aconsejaba que patanes que eran por ser hombres y yo hice una carrera de hablarles en privado y decirles que ella estaba tan llena de basura. Nosotros eramos los dos únicos concejeros en ese programa y la mezcla era volatil. Yo pasaba mis días en la oficina administrativa atendiendo quejas respecto a mi “estilo inusual” al tratar a los clientes hombres.
Eso es lo que se llamaba al no odiarlos.
Johny no fue el primero en veinte años de hacer ese tipo de trabajo. Para ser honesto perdí la cuenta. Pero contar es sólo para estadísticas en todo caso. En el trabajo que hice los números tenían caras. Ellos tenían familias e historias que aprendí de escucharlos. Y ellos tenían dolor que mayormente pasaba desapercibido por la misma gente que se suponía que estaba ahí para ayudarlos.
Yo recordé la historia de Johny y su dolor. Él tenía veintidos años, era un vendedor de partes de autos en los pantanos húmedos y cálidos del sur de Luisiana. Cuando él hablaba, era con un asento rural del este y con un dejo frances más fuerte que los lagartos de los campos de Luisiana.
‘Oye, Paul, yo no sé que hacer con esa chica mía. Yo sé que me está siendo infiel. Sé que no gano ni un centavo que ella no se gaste de inmediato. A veces ella se lo gasta con el otro tipo. Pero yo no puedo evitarlo. Cada vez que ella me llama por mi nombre, yo tengo que ir corriendo. Dios nunca hizo un tonto más grande que yo’

Y Johnny tenía razón. Él era un tonto, y no podía ser convencido que deje de ser tonto. Tal como un hombre de verdad. Y su historia no está reservada sólo para aquellos que beben y se drogan hasta el olvido por cada mujer con la que no pueden vivir y por la que no pueden olvidar.

En esta terrible era de misandria, en la que vivimos se dicen tantas mentiras sobre los hombres que hemos perdido el contacto con la realidad y con el como realmente son. Y el costo de esto está escríto en ataudes e incontables almas se perdieron en un mundo sin memoria del por qué murieron.

Verán, los hombres aman. Ellos aman con la intencidad más profunda y el mayor desinterés como cualquier otra criatura de la tierra. Y el vínculo entre ellos y las mujeres es, a diferencia de sus corazones, irrompible. Cuando un hombre muere en el campo de batalla, frecuentemente se desvanecen diciendo a sus compañeros soldados: “dile a mi esposa que la amo”. Otros lloran a sus madres mientras que la sangre empapa el suelo.

Ellos son destruídos por el divorcio y muchos se comerían un arma antes de enfrentar la pérdida, incluso si es la pérdida de alguien que destruyó sus vidas.
Ellos se van a parar en medio del tráfico por las mujeres que aman y se pondrán en medio de las balas para protegerlas. Y ellos van a da una paliza a quien se atreva a ofenderlas. Ellos han estado haciendo esto a través de toda la historia humana.

Sin embargo, esto ha sido reescrito con tinta misandrica. Ha sido revisado por académicos, quienes nos dicen que los hombres son malos, por psicologos cuyo campo de trabajo parece ser recomendar el divorcio, completando el convertir a los hombres en chivos expiatorios, como si eso fuese la cura para cualquier problema de relación que genere alguna minúscula insatisfacción. Y ha sido inculcado en la conciencia de nuestro sistema de la ley de la familia, llevando a los hombres a la desesperación en niveles nunca antes vistos en la historia.
Si quieres estadísticas, búscalas. Yo estoy cansado de convertir a los hombres muertos en números y “provando” que hay un problema en el mundo de Camille.

Yo espero, antes que todo, que en algún punto en nuestro futuro que la gente empiece a pensar. Cuando veas una historia en las noticias de la tarde respecto de un hombre que se imoló a las afueras de la corte de la familia, quiero que te preguntes ¿Que tipo de dolor pudo llevar a alguien a curar ese dolor con fuego? Cuando leas en el periódico sobre un hombre que se emcerró en su casa con un arma y sus niños, amenazando a que se los lleven, pregúntate si ¿este hombre está loco, si este hombre se lo llevó al borde de un dolor tan mostruoso y devastador que incluso lo impensable sería una opción?

Ciertamente, hay un gran número de preguntas que necesitamos hacer. El único problema es que las personas equivocadas están haciendo las preguntas respecto a los problemas equivocados. Tenemos un presidente para quien en el día del Padre es el momento ideal para atacar a los padres ataca verbalmente a los hombres por no ser mejores padres. Tenemos psicoterapistas que nos dicen que son las mujeres las que aman demasiado. Y tenemos un sistema de educación superior que le importa más las espectativa de vida de una mosca que la espectativa de vida de un hombre joven que se vuela la tapa de los cesos.

Esta cultura sigue criando a los hombres para que pongan a las mujeres en botes salvavidas y después traten de no ahogarse en el mar, como si la muerte fuese su verdadera vocación. ¿Es digno de preguntar el por qué cuando criamos a los hombres para que devalúen su propia existencia; para que sean desechables, entonces los veamos haciendo lo que les hemos insistido que hagan? Y ¿No deberíamos tal vez, cuestionarnos a veces si es que realmente es suicidio lo que hacen esos hombres o será asesinato? Después de todo ¿Quien pone la pistola en sus manos y les promete quitarles el dolor si tan sólo tiran del gatilo?

Tal vez Obama, en su forma erronea, tiene razón. Necesitamos mejores padres.
Necesitamos padres que le enseñen a sus hijos, no el “como tratar a una mujer”, sino como ser firme con ellas. No necesitamos que se les enseñe que “cuiden a su mujrt”, sino que sólo acepten una que que demuestre el caracter y la integridad para merecer confianza, desde el principio. Y tenemos que enseñarles que raro es eso en la vida moderna. Pero lo más importante es enseñarles a dejar que una mujer se valla, y mirarlos mientras crecen, para asegurarse que puedan hacerlo. Y necesitamos padres que sean modelos de conducta de esto en sus propias familias y con sus propias esposas

En otras palabras, necesitamos muchas cosas que no estamos haciendo.
Yo sé que es obligatorio. No puedo escribir un artículo como este y no incluir algunos recursos para los hombres en esta época de crisis, tan insignificantes como estos recursos son. De modo que voy a inclurilos al final. Pero me gustaría pensar, que en alguna parte, en algún punto en el tiempo podremos dejar de ofrecer curaciones menores a los tumores y empezar a ayudarlos con los problemas reales.
Parece ser que vamos a continuar destruyendo a los hombres en las cortes y en las oficinas de terapia y ofrecerlos como carne de cañon políticamente conveniente. No es nada nuevo. Pero mejor será que empecemos a llamar a los padres de este mundo para que dejen de criar a sus hiojs para que no hagan nada a parte de pararse al lado de una pared por cualquier mujer en sus vidas, esperando por su turno en el ataud.

http://www.suicidepreventionlifeline.org/?gclid=CMPO7ee456ICFSEKswoddEHF4g

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