Por Typhonblue y Johntheother
Patriarcado es una palabra con
la cual todos estamos familiarizados, con frecuencia utilizada en el contexto
de un dogma cultural de “El
Patriarcado”. Esto implica una estructura social escondida que durante toda la
historia humana, ha elevado a los hombres y ha suprimido a las mujeres.
Una institución, en
particular, es un ejemplo de la ira feminista. La Iglesia Cristiana. De acuerdo
con las feministas; El Cristianismo, al igual que todas las fes derivadas de
Abraham, elevan a los hombres por sobre las mujeres.
Pero ¿Es esto cierto?
La existencia de curas hombres
y una nación estado liderada por hombres (el Vaticano) parecen apoyar la
concepción de la teoría feminista. Pero estamos completamente concientes de la
principal falacia; ya que hay un hombre al frente, no permite que el hombre al
frente use su poder para beneficiar a todos los otros hombres. Ya que el
Cristianismo tiene sacerdotes hombres, es liderado por un hombre y usa un
lenguaje masculino para referirse a Dios y al salvador de la humanidad, ¿No
necesariamente concluye con que el Cristianismo favorece a los hombres?
En la tradición Cristiana
durante los últimos dos mil años, los libros del Nuevo Testamento proveen los
fundamentos para las identidades espirituales de los hombres y las mujeres –
basados en la vida del hijo del creador del universo, nacido de una madre
virgen, y redentor de todos los seres humanos que lo acepten a él. Por
supuesto, el aparente hijo de Dios, quien en algunas variaciones de la doctrina
es la encarnación de Dios, inseminado por él mismo con una madre virgen – es el
avatar hombre de Dios en la tierra.
La Masculinidad de Cristo es
usualmente tomada como evidencia de la superioridad masculina fomentada por la
iglesia a través de su larga influencia en la cultura Occidental.
Sin embargo, el simple hecho
de reconocer el sexo del hijo de Dios, o su avatar no justifica la suposición
automática de elevación masculina. Para los hombres, la identidad espiritual
está atada al servicio en la forma de conformidad con la doctrina de Cristo.
Mientras los hombres pueden encontrar un modelo para la identidad en el
carácter del hijo de Dios, de acuerdo a los libros del nuevo testamento, uno
puede deducir que él no tuvo vida sexual. Esta ausencia no deja conexión
espiritual entre el cuerpo masculino y el divino.
El Cristo es no sexual; se
presume masculino, pero nunca realizo actividad alguna que sea única al cuerpo
masculino.
Este es un contraste con la
historia de la Virgen María. Ella, a diferencia de Cristo, era una mujer humana
quien tuvo relaciones con el creador a través de su cuerpo femenino. La Virgen
concivió, gestó, dio a luz y cuidó al bebe Jesús. La ausencia de un padre
humano en la concepción de María, en el embarazo y en el nacimiento del avatar
de Dios en la tierra está fuertemente enraizado en lo supernatural del cuerpo
femenino. Como la madre de Cristo, María fue la humana que estuvo más cerca de
Dios.
Lo implícito en la escritura
de hacer del cuerpo femenino el conducto del Espíritu Santo mientras no ofrece
conexión alguna entre lo divino y el cuerpo masculino crea una sistema
espiritual de castas poniendo a las mujeres en la parte de arriba y los hombres
en la parte de abajo. Pero esta no es la forma más virulenta de misandria en el
Cristianismo.
El nacimiento de Cristo sin pecado,
así de simple, no involucró a un pene. Toda esta mitología que rodea el
nacimiento de Cristo indica que la sexualidad masculina es un vector del pecado
original de generación en generación. Esto no se declara explícitamente, pero
la conclusión es inescapable.
San Agustín de Hipona
(354-430) fue un teólogo y filósofo de principios del Cristianismo, y se le
asigna la responsabilidad de mezclar la filosofía Griega con la religión
Judeo-Cristiana y las tradiciones de las escrituras[1]. Un miembro seminal de
la primera iglesia, Agustín denigró el deseo sexual masculino y convirtió al
Fuscinus[2] en la vara del demonio.
“el órgano era la palanca del pecado; ‘la vara del demonio.’ El semen en sí mismo era un pegamento tóxico, efectivamente maldiciendo a hombres y a mujeres al estado del pecado, una grandiosa combinación de golpes que es considerada sucia por definición. Las erecciones eran victorias demoniacas más que derrotas espirituales, una interpretación que genera ondas a través de la cultura occidental.”[3]
Agustín escribió Ciudad de
Dios para desacreditar y debilitar tradiciones paganas existentes las cuales no
denigraban a la sexualidad masculina y estaban en competencia directa con la
Iglesia por los corazones y las mentes de los ciudadanos de Roma. En Ciudad de
Dios, él declaró:
“cuando se habla de tener sexo ahora, sugiere que los pensamientos de los hombres no son de obediencia placentera a la voluntad como es concebible en nuestros primeros padres, sino que es un acto tan violento de lujuria como ellos mismos experimentaron.”[4]
Olviden a Eva. Olviden al
fruto del árbol de conocimiento del bien y el mal y a la serpiente. Si todas
las mujeres humanas, mañana concibieran y gestaran y dieran a luz sin jamás
entrar en contacto con un pene, nuestra raza sería purgada del pecado original.
¿Alguien se molestaría en
especular de donde las Feministas Radicales sacaron sus ideas?
Ciertamente incluso las
feministas populares se aferran a su insistencia en culpar a todos los males
del mundo a los hombres. No solo la opresión patriarcal, sino que la violencia
doméstica, la violación, el abuso sexual, las guerras, las crisis financieras;
todo el pecado original puede ser puesto a los pies de los hombres. O en sus
penes.
La experiencia de una mujer en
su cuerpo con características únicamente femeninas (libre de influencia
masculina) las acerca a Dios; la experiencia de un hombre y su cuerpo con
características únicamente masculinas lo acerca al Demonio.
En cotraste, las tradiciones
paganas reemplazadas por el monoteísmo de las religiones salidas de Abraham
proveían un camino hacia la espiritualidad para los hombres y mujeres a través
de sus propios cuerpos. Las mujeres obviamente tenían entonces y siguen teniendo
una identidad espiritual naturalistica como creadoras de la vida a través del
acto de dar a luz. Esto es preservado por la mitología de la Virgen María. Pero
en la mayoría de las tradiciones paganas, los hombres también tenían una
conexión con la divinidad a través de sus propios cuerpos, el semen y el pene
en si mismo eran símbolos del poder generador de la divinidad. Este es un
aspecto de la espiritualidad masculina que es removido por la mitología de la
Iglesia.
“Hablamos de cosas que ahora son vergonzosas, y a pesar que lo intentamos, tanto como pudimos, concebirlas antes que fueran vergonzosas,[…] Desde que he estado hablando no ha sido experimentado ni siquiera por aquellos que pudieran haberlo experimentado – quiero decir nuestros primeros padres (por pecados y su justa expulsión del Paraíso anticipando a esta generación sin pasión) – cuando se habla del acto sexual ahora, se sugiere que los pensamientos de los hombres no son de obediencia plácida a la voluntad como si fue concebible en nuestros primeros padres, sino que en un acto violento de lujuria como ellos mismos han experimentado[4]
Cristo, el modelo asexual de
virtud masculina tuvo una discípula femenina, específicamente María Magdalena,
el evangelio de María a pesar de que existe hoy en forma fragmentada, fue
excluido de la Biblia. El evangelio de Tomás, también excluía menciones de que
María era la favorita y la discípula más cercana a la figura que conocemos como
Jesús. ¿Por qué entonces el evangelio de María y Tomas sería omitido? Si Cristo
hubiera reconocido en las escrituras una relación íntima con una mujer, esto
hubiera representado un reconocimiento y una aceptación de la sexualidad
masculina.
En nuestra cultura, la guerra
en contra de la masculinidad, la sexualidad masculina y la paternidad es
bastante antigua. Esa guerra discutiblemente empezó cuando adoptamos la fe que
margina el rol de los hombres en la procreación, adorando una historia que los
remueve completamente del proceso. El ejemplo de virtud masculina en esta teología
es un hombre que no tuvo ninguna expresión sexual natural, a pesar que su
carácter es designado como masculino. Y su propósito principal era ser
latigueado, literalmente torturado por sus “crímenes” por otros, y entonces
atado y clavado a través de sus extremidades, todavía estando vivo en una
crucifixión erguida, para que muera del impacto y la exposición a la cima de un
cerro. ¿Y de alguna forma logramos declarar que la religión eleva a los hombres
por sobre las mujeres?
En lugar de supremacía, el Cristianismo
provee a los hombres con el rol de guardias sexuales para el beneficio de las
mujeres, y sacrificados penitentes, predicando el evangelio una fe de deificar mujeres,
demonizar hombres. Es cierto que las mujeres no se les han permitido históricamente
confrontar esta farsa, pero mayormente eso es porque el mensaje es demasiado
obvio.
Pero continuamos ignorando
todo esto, y nos entretenemos con la farsa de que nuestras instituciones
religiosas constituyen un patriarcado que eleva a los hombres y oprime a las
mujeres.
Si claro, cuéntanos otra
historia.
[2] the phallus was seen as the bridge between man and the creative force of divinity.http://en.wikipedia.org/wiki/Fascinus
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