Por Typhonblue
Había una vez una reina quien
era soberana sobre un modesto pero próspero reino. Un día su hija se volvió
mayor, la reina tomó a su hija y la llenó de la fuente de su prosperidad.
En los establos, lejos de los
ojos mirones, estaba un viejo caballo herido que usaba una brida de cuero
gastado con un poco de hierro oxidado. El abrigo del caballo estaba gastado en
algunos lugares, su melena se caía, sus piernas temblaban del esfuerzo de
mantenerse de pie.
“Él está listo para los
comerciantes hija mía.” Dijo la reina con la mayor naturalidad “Y debemos de ir
en el tiempo apropiado.”
“¡Este es el caballo que
construyó el reino!” Dijo la princesa. “¡Seguramente él debería de tener algún
tipo de retiro! Y un funeral apropiado.”
“No, hija mía. Tú debes
respetar su rol; su rol es de sacrificarse por nosotras, por lo tanto incluso
en la muerte respetaremos su rol al permitir que su cuerpo nos provea un
beneficio final. Va a la fábrica de goma si no sobrevive para llegar al
matadero.”
“Además, no es él quien tiene
la mágica. Su brida es la mágica, hija mía. Cuando la pones en un caballo de
tiro, el caballo de tiro va a estar tan orgulloso de usarla y tan orgulloso de
que tú se la pusiste que trabajará hasta la muerte para satisfacer tus
necesidades. Su orgullo es lo que hace que la magia funcione; y su orgullo le
da su fuerza.”
Con eso la Reina levantó la
brida de la cabeza del caballo viejo. El caballo viejo tosió y tembló, se
arrodilló. Después de unos momentos más y su último suspiro se escapó de su
cuerpo roto como una muñeca de papel en una cuerda.
La Reina miró la muerte del
caballo con frialdad.
“Ese pobrecito caballo,” dijo
la princesa, secándose las lágrimas con un pañuelo. “Él daba lástima.”
La Reina miró a su hija, con
una expresión solemne. “Controlar tus sentimientos es el precio del liderazgo
hija mía.” Respondió la Reina. “Hablar de aquello, después que pusiste la brida
en la cabeza de un caballo no te deja desearlo; no se la quites antes que hayas
terminado con él; por sobre todo, no le expliques la verdadera naturaleza de la
brida a él. Ahora, debes de elegir el caballo que usará tu brida.”
La hija de la Reina se tomó su
tiempo seleccionando el caballo de tiro correcto para que use su brida. A su
tiempo encontró un caballo de tiro fuerte y guapo y todo el reino celebró que
ella puso su brida en la cabeza del caballo, con un gran festival.
La princesa se deleitaba en la
adoración de su pueblo mientras ella trajo la brida y la puso en la cabeza del
caballo. Pero en el momento en el cual puso la brida, esta se transformo de una
brida de cuero gastado en una brida de oro y plata, decorada con perlas y
rubíes.
La princesa y su pueblo se
impresionaron ante semejante vista. Ella miraba por todos lados; ahora todos
los ojos ya no estaban en ella, sino que estaban en el caballo de tiro. El
resentimiento se desbordaba en el corazón de la princesa.
Sintiendo la incomodidad de su
hija, la Reina intervino. “Pero no olvidemos a la mujer detrás del caballo de
tiro.”
Los nobles presentes
estuvieron de acuerdo con la Reina y brindaron por la elección de la princesa.
Tal como dijo su madre, cuando
la princesa tenía una necesidad, el caballo de tiro proveía. Cuando ella sentía
que el reinado estaba amenazado por los bárbaros del norte, el caballo de tiro
construía un castillo para frenar sus ambiciones y lideraba la carga para
repelerlos.
Cuando el reino estaba pasando
por hambruna y la princesa sentía miedo por sí misma, el caballo de tiro tiraba
más rápido y más fuerte del arado más que cualquier otro caballo podría por el
orgullo que él tenía de usar su brida.
Pero la princesa no era feliz.
Ella tenía una furia silenciosa y no la compartía con nadie. ¡Ahora el caballo
de tiro era admirado cuando usaba la brida! La gente se detenía y miraban y
comentaban que tan fuerte era y cuando había logrado. Ellos lo premiaban con
títulos por sus grandes logros. Y cada mirada admiradora y cada hermoso trofeo
era una daga en el corazón de la princesa.
Después de todo él vivía para
satisfacer las de ella; él reverenciaba el beneficio de ella; las fragilidades
de ella era por lo que él se sacrificaba.
¡Ella debería tener la brida!
¡Y toda la atención que le dan a él debería ser de ella! Pero al recordar las
palabras de su madre, “no permitas desearlo; no se lo quites hasta que ya hayas
terminado con él; y por sobre todas las cosas no le expliques la verdadera naturaleza de la brida a él” la
princesa se resistía cediendo a los celos.
Un día un dignatario de otra
tierra pasaba por el reino y mencionó la belleza y la majestad del palacio
construido por el caballo de tiro. Que maravilloso e ingenioso que era el
caballo de tiro para haber construido un castillo así. El caballo de tiro se
regocijaba ante los cumplidos del dignatario y la princesa estaba furiosa. Ya
era suficiente que su propio pueblo admirase al caballo de tiro, pero ¿Debe
ella soportar la admiración de un extraño hacia el caballo de tiro?
La princesa, ya no podía contener
su ira y gritó, “¡Él puede haberlo construido, pero lo construyó para mí! Y se
retiró de la presencia del dignatario.
Esa noche ella fue al establo
y se metió al compartimento del caballo. Mirándolo descansar con esa hermosa
brida – rodeado de todas sus medallas y trofeos – la bilis subió en la princesa
y dijo “Dame la brida.”
El caballo de tiro se despertó
y fiel a la costumbre de darle a la princesa lo que ella necesitare, permitió
que ella agarre su brida.
“Caballo estúpido, yo te dejé
usar esta brida, pero siempre fue mía. ¡Tan sólo la necesitaba para
controlarte! ¡Y mira lo que hiciste! ¡Se suponía que tú vivías para satisfacer
todas mis necesidades, pero tú dejaste lo mejor de este mundo para ti!” Ella
tiró la brida de la cabeza del caballo. Se convirtió en cuero gastado con
hierro oxidado en sus manos.
El caballo y ella miraron a la
brida con asombro.
Una vez que el caballo vio a
la brida por lo que era, vieja y gastada – y por sobre todas las cosas una
brida – su comportamiento cambió al instante. El se puso en pie, dando golpes
al aire con sus pezuñas. En su prisa por salir del establo y lejos del caballo,
a la princesa se le cayó la brida.
El semental giró su cabeza
hacia la puerta del establo. La puerta estaba abierta. En su avaricia por la
brida, la princesa había olvidado protegerla. Las fosas nasales del semental se
hincharon, sintiendo el olor de noches
de largas carreras, aguas abiertas y pastos salvajes.
El corrió a través de la
puerta abierta del establo, pisando a la brida y convirtiéndola en pedacitos
mientras escapaba.
El caballo se había ido y la
princesa miró a la brida de cuero destrozada en el piso. La magia en la cabeza
del caballo se había ido. – no había nada que él pueda querer de la brida – y
ella sintió el horror y finalmente entendió la advertencia de su madre. El
único valor real de la brida era su habilidad para controlar al caballo de tiro
y ella había perdido esa magia para siempre.
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