martes, 24 de abril de 2012

El Caballo de Tiro y La Princesa


Por Typhonblue
Había una vez una reina quien era soberana sobre un modesto pero próspero reino. Un día su hija se volvió mayor, la reina tomó a su hija y la llenó de la fuente de su prosperidad.

En los establos, lejos de los ojos mirones, estaba un viejo caballo herido que usaba una brida de cuero gastado con un poco de hierro oxidado. El abrigo del caballo estaba gastado en algunos lugares, su melena se caía, sus piernas temblaban del esfuerzo de mantenerse de pie.

“Él está listo para los comerciantes hija mía.” Dijo la reina con la mayor naturalidad “Y debemos de ir en el tiempo apropiado.”

“¡Este es el caballo que construyó el reino!” Dijo la princesa. “¡Seguramente él debería de tener algún tipo de retiro! Y un funeral apropiado.”

“No, hija mía. Tú debes respetar su rol; su rol es de sacrificarse por nosotras, por lo tanto incluso en la muerte respetaremos su rol al permitir que su cuerpo nos provea un beneficio final. Va a la fábrica de goma si no sobrevive para llegar al matadero.”

“Además, no es él quien tiene la mágica. Su brida es la mágica, hija mía. Cuando la pones en un caballo de tiro, el caballo de tiro va a estar tan orgulloso de usarla y tan orgulloso de que tú se la pusiste que trabajará hasta la muerte para satisfacer tus necesidades. Su orgullo es lo que hace que la magia funcione; y su orgullo le da su fuerza.”

Con eso la Reina levantó la brida de la cabeza del caballo viejo. El caballo viejo tosió y tembló, se arrodilló. Después de unos momentos más y su último suspiro se escapó de su cuerpo roto como una muñeca de papel en una cuerda.

La Reina miró la muerte del caballo con frialdad.

“Ese pobrecito caballo,” dijo la princesa, secándose las lágrimas con un pañuelo. “Él daba lástima.”

La Reina miró a su hija, con una expresión solemne. “Controlar tus sentimientos es el precio del liderazgo hija mía.” Respondió la Reina. “Hablar de aquello, después que pusiste la brida en la cabeza de un caballo no te deja desearlo; no se la quites antes que hayas terminado con él; por sobre todo, no le expliques la verdadera naturaleza de la brida a él. Ahora, debes de elegir el caballo que usará tu brida.”

La hija de la Reina se tomó su tiempo seleccionando el caballo de tiro correcto para que use su brida. A su tiempo encontró un caballo de tiro fuerte y guapo y todo el reino celebró que ella puso su brida en la cabeza del caballo, con un gran festival.

La princesa se deleitaba en la adoración de su pueblo mientras ella trajo la brida y la puso en la cabeza del caballo. Pero en el momento en el cual puso la brida, esta se transformo de una brida de cuero gastado en una brida de oro y plata, decorada con perlas y rubíes.

La princesa y su pueblo se impresionaron ante semejante vista. Ella miraba por todos lados; ahora todos los ojos ya no estaban en ella, sino que estaban en el caballo de tiro. El resentimiento se desbordaba en el corazón de la princesa.

Sintiendo la incomodidad de su hija, la Reina intervino. “Pero no olvidemos a la mujer detrás del caballo de tiro.”

Los nobles presentes estuvieron de acuerdo con la Reina y brindaron por la elección de la princesa.

Tal como dijo su madre, cuando la princesa tenía una necesidad, el caballo de tiro proveía. Cuando ella sentía que el reinado estaba amenazado por los bárbaros del norte, el caballo de tiro construía un castillo para frenar sus ambiciones y lideraba la carga para repelerlos.

Cuando el reino estaba pasando por hambruna y la princesa sentía miedo por sí misma, el caballo de tiro tiraba más rápido y más fuerte del arado más que cualquier otro caballo podría por el orgullo que él tenía de usar su brida.

Pero la princesa no era feliz. Ella tenía una furia silenciosa y no la compartía con nadie. ¡Ahora el caballo de tiro era admirado cuando usaba la brida! La gente se detenía y miraban y comentaban que tan fuerte era y cuando había logrado. Ellos lo premiaban con títulos por sus grandes logros. Y cada mirada admiradora y cada hermoso trofeo era una daga en el corazón de la princesa.

Después de todo él vivía para satisfacer las de ella; él reverenciaba el beneficio de ella; las fragilidades de ella era por lo que él se sacrificaba.

¡Ella debería tener la brida! ¡Y toda la atención que le dan a él debería ser de ella! Pero al recordar las palabras de su madre, “no permitas desearlo; no se lo quites hasta que ya hayas terminado con él; y por sobre todas las cosas no le expliques la verdadera naturaleza de la brida a él” la princesa se resistía cediendo a los celos.

Un día un dignatario de otra tierra pasaba por el reino y mencionó la belleza y la majestad del palacio construido por el caballo de tiro. Que maravilloso e ingenioso que era el caballo de tiro para haber construido un castillo así. El caballo de tiro se regocijaba ante los cumplidos del dignatario y la princesa estaba furiosa. Ya era suficiente que su propio pueblo admirase al caballo de tiro, pero ¿Debe ella soportar la admiración de un extraño hacia el caballo de tiro?

La princesa, ya no podía contener su ira y gritó, “¡Él puede haberlo construido, pero lo construyó para mí! Y se retiró de la presencia del dignatario.

Esa noche ella fue al establo y se metió al compartimento del caballo. Mirándolo descansar con esa hermosa brida – rodeado de todas sus medallas y trofeos – la bilis subió en la princesa y dijo “Dame la brida.”

El caballo de tiro se despertó y fiel a la costumbre de darle a la princesa lo que ella necesitare, permitió que ella agarre su brida.

“Caballo estúpido, yo te dejé usar esta brida, pero siempre fue mía. ¡Tan sólo la necesitaba para controlarte! ¡Y mira lo que hiciste! ¡Se suponía que tú vivías para satisfacer todas mis necesidades, pero tú dejaste lo mejor de este mundo para ti!” Ella tiró la brida de la cabeza del caballo. Se convirtió en cuero gastado con hierro oxidado en sus manos.

El caballo y ella miraron a la brida con asombro.

Una vez que el caballo vio a la brida por lo que era, vieja y gastada – y por sobre todas las cosas una brida – su comportamiento cambió al instante. El se puso en pie, dando golpes al aire con sus pezuñas. En su prisa por salir del establo y lejos del caballo, a la princesa se le cayó la brida.

El semental giró su cabeza hacia la puerta del establo. La puerta estaba abierta. En su avaricia por la brida, la princesa había olvidado protegerla. Las fosas nasales del semental se hincharon,  sintiendo el olor de noches de largas carreras, aguas abiertas y pastos salvajes.

El corrió a través de la puerta abierta del establo, pisando a la brida y convirtiéndola en pedacitos mientras escapaba.

El caballo se había ido y la princesa miró a la brida de cuero destrozada en el piso. La magia en la cabeza del caballo se había ido. – no había nada que él pueda querer de la brida – y ella sintió el horror y finalmente entendió la advertencia de su madre. El único valor real de la brida era su habilidad para controlar al caballo de tiro y ella había perdido esa magia para siempre.


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