El mejor regalo de San Valentín para los Estudiantes Universitarios: La Reconciliación de Género
Por Glenn Sacks
Ella Piensa (2/13/03)
El día de San Valentín, el cual fue alguna vez una ocasión feliz para los estudiantes universitarios, se ha convertido en un día de rencor y discordia que simboliza la división entre hombres y mujeres en los campus universitarios.
Gran parte de los sentimientos amargos que rodean al día de San Valentín han sido causados por la campaña de Eve Ensler's "V-Day: Hasta Que La Violencia Pare." Por años los que respaldan este feriado en los departamentos de Estudios de Mujeres en los campus, han propagado una serie de falsedades que desacreditan, estigmatizan y vilifican a los hombres. La feminista disidente Christina Hoff Sommers llama “estadísticas de odio” a estos esfuerzos.
El feriado de Ensler es "celebrado" ahora en más de 500 campus universitarios y los periódicos universitarios están aprobando historias y columnas de opinión saturados de anuncios misandristas (anti-hombres) y anuncios del Día-V. El día de San Valentín, el cual en el pasado simbolizaba los lazos románticos entre hombres y mujeres, se ha convertido en un día que los separa más y más.
Traer reconciliación de género a nuestros campus universitarios va a requerir ciertas reformas y cambios, el primero y el más importante es la reformación de los Estudios de Mujeres.
Los Estudios de Mujeres empezaron como un intento legitimo de recapturar el lugar perdido de la mujer en la historia así como en la cultura moderna y para señalara las contribuciones masivas y escondidas de las mujeres. Sin embargo, como lo han notado muchas feministas disidentes, el feminismo fue secuestrado por una minoría sesgada, la cual ha excluido a las moderadas y a las pensadoras libres. Los Estudios de Mujeres se han convertido, para usar el término de Lenin, en una “cinta de transmisión” llevando misandria en gran escala a la población. Por su habilidad de capturar la atención de los medios y por su influencia en el pensar de 2,3 millones de hombres y mujeres quienes se gradúan de la universidad cada año. Los Estudios de Mujeres han ayudado a envenenar a la cultura americana en contra de los hombres.
En lugar de emplear una clase entera de académicos a quienes se les paga por investigar, inventar, enseñar y propagar la misandria, necesitamos programas académicos que promuevan verdadera academia. Las voces de las feministas disidentes y de los activistas por los derechos de los hombres, las cuales son excluidas actualmente, deben de ser escuchadas. Estas voces incluyen a: la eminentemente sensible Cathy Young, Camille Paglia, Wendy McElroy, Warren Farrell, y a Sommers; así como a muchos otros.
En segundo lugar, necesitamos organizaciones políticas anti-misandristas en el campus dedicadas a promover la reconciliación de género. Muchos grupos feministas y centros de mujeres en el campus declaran, al menos en público, que “los hombres también son bienvenidos aquí”. Algunos han llegado a cambiar sus hombres para incluir a los hombres y muchos ahora incluyen víctimas hombres entre las víctimas femeninas en sus secciones de estad.
Sin embargo, la realidad detrás de su “bienvenidos” es que los hombres están invitados a unirse a los grupos feministas de modo que se les pueda enseñar a detestar a los hombres de la misma forma en la que las feministas lo hacen. Las víctimas hombres sólo se nombres y se reconocen cuando el perpetrador del crimen es también hombre, como en casos de abuso sexual infantil o de violencia doméstica entre hombres gay. Los crímenes cometidos principalmente por mujeres, como abuso infantil, asesinato de niños por una madre, poner en peligro a un niño, son ignorados, así como las víctimas hombre heterosexuales de violencia doméstica y las víctimas de acusaciones falsas de violación o de abuso.
Los grupos de campus que busquen reconciliación de género enfrentan muchos desafíos. Por ejemplo, el grupo de la universidad de New Hampshire “Dejen de Odiar a Los Hombres”, el cual fue formado en febrero del año pasado, fue disuelto porque se enfrentó a una muralla de odio y hostilidad feminista y tuvo poca posibilidad de obtener aprobación administrativa.
En un nivel más básico, los hombres necesitan defenderse ellos mismos y las mujeres necesitan defender lo que es justo. El silencio de los hombres es responsable en parte por permitir que la discusión de asuntos de género se convirtiese en una diatriba en un sólo sentido, la cual se ha enfurecido sin que las desafíen puntos de vista opositores o que la desafíe la realidad.
Parte de la razón por la cual los hombres no se han resistido es que los hombres genuinamente quieren ayudar a las mujeres a las cuales se les ha dicho que ellos oprimen. Muchos otros simplemente son caballerosos y después de miles de años de haber sido condicionados para proteger a las mujeres, tienen muy pocos deseos por pelear con ellas o pero aún criticarlas.
Pero aún así otros han sido avergonzados al silencio. Después de todo, cualquier queja de un hombre joven palidece en comparación con la perspectiva del mundo de violación y de violencia que se les ha dicho que está detrás de las paredes de cada dormitorio universitario.
Como resultado de esto, las odia hombres han cometido cosas insultantes en los campus -sin resistencia. En el libro de Catharine A. MacKinnon: La Llegada de la Censura Feminista, 1983-1993, Christopher M. Describe finalmente una escena que podría ser clasificada como la más oscura en las universidades americanas, durante el discurso de MacKinnon en 1989 en Yale, ella dice:
“Algunas de las madres orgullozas en la audiencia están sentadas junto a hombres quienes las han golpeado. Algunos de los padres bien vestidos han abusado sexualmente de quienes ahora se están graduando.”
La reacción de los hombres ante este insulto debió de haber sido inmediatamente todos salir unánimemente – y cada mujer decente debió de haber salido con ellos. En lugar de eso, como Final notó, “la injusticia de la generalización de MacKinnon no disminuyó el entusiasmo de los que la apoyan. Ellos guiaron a la audiencia a una ovación de pié para su heroína saliente.
Y los hombres – la mayoría de ellos habían trabajado largas horas por décadas de apoyo a sus familias para permitir que sus hijas asistan a una de las universidades más prestigiosas – no se resistieron, en lugar de eso se quedaron mudos, en silencio y vergüenza.
Hay señales de que los hombres y las mujeres son consientes de la misandria y encuentran puntos de acuerdo. Los estudiantes universitarios están buscando cada vez más una forma de alejarse de la corrección política de sus campus anti-hombres y hacia puntos de vista alternativos, mayormente vía Internet. Mientras que las feministas anti-hombres han tenido grandes éxitos en atrapar a los medios del campus (así como lo han hecho con los medios principales), ellas no pueden hacer lo mismo con Internet.
Más importante que esto es que cada vez más hombres y mujeres jóvenes sienten que la misandria no beneficia a hombres ni a mujeres. Así como notó una graduada de la UCLA:
“Nunca entendí como desinformar a las mujeres ayuda a las mujeres. La mujer promedio va a tener muchos hombres importantes en su vida – su marido, sus hijos, sus parientes, sus compañeros de trabajo. ¿Realmente las feministas creen que las mujeres quieren ver a estos hombres difamados y estigmatizados? ¿Quien gana con esto?”
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