Hola a todos, aquí está Paul Elam desde avoiceformen.com. Ha pasado otro día de los caídos. En un solo día se hicieron suficientes hot dogs, hamburguesas y parrilladas como para alimentar al tercer mundo por una semana. Se persiguieron a las papas y a los fréjoles asados, con tanta cerveza como para competir con oktoberfest. Y en alguna parte del comer, beber y disfrutar del día feriado e hicieron una pausa por un momento y recordaron a los caídos.
Como veterano del ejercito de los estados unidos, no soy uno de esos que comen y disfrutan. De hecho, como veterano y como hombre, cada vez me da más asco la gloria falsa que rodea a los jóvenes desfigurados y a los que están en ataúdes, quienes se supone que hicieron el sacrificio supremo en nombre de defender a su nación.
Puede que en alguna época eso haya sido verdad, la revolución americana, la guerra de 1812 tal vez la guerra en el pacífico después de Pearl Harbor, tal vez. Pero la realidad en la que introducimos este concepto en los talones de la ocasión es que han pasado generaciones desde que un americano ha dado su vida por defender a la libertad o a su tierra, si es que alguna vez llegó a suceder.
Los que mueren por nuestras guerras, no se sacrifican por ideales, sino que es por mentiras grandes, auspiciadas con tan expertamente que los padres sonríen con orgullo falso a un flash de cámara y a una caja de vidrio que tiene un pedazo de metal barato con un tira de tela a cambio del corazón latiente de su hijo. Es una verdad tan fea como la guerra misma.
Enviamos a nuestros hijos a morir de modo que nuestros hijos se vuelvan más ricos y aplacamos a familias destrozadas diciéndoles mentiras que necesitan oír con desesperación, que sus hombres murieron honorablemente por algo noble e importante.
El día de los caídos es el día de la carne de cañón. Un día de vergüenza inconmensurable, pagando homenajes falsos a quienes murieron en nombre de mejor comercio. Nos vestimos de rojo blanco y azul, hasta que lo que pasa por patriotismo no le da más significado a una pérdida tan enorme. Y no un montón de humo que sale de un millón de estufas de parrilladas.
Yo no digo esto para criticar al soldado. Ya sea por elección o por coerción, el hombre en uniforme tiene un honor que transciende los planes nefastos que lo pusieron en el campo de batalla, sin embargo por eso el no es menos tonto, un peón desechable. Gastado como si fuera dinero suelto en planes diseñados por los menos humanos entre nosotros.
Vivimos en una era sin honor, con cada vez menos diferencia entre la sala de guerra y la sala de reuniones corporativas, entonces deberíamos de considerar renombrar los honores militares de acuerdo con las instituciones a las que sirven en realidad, asi como hacemos con los lugares deportivos.
¿Qué tal el corazón púrpura de Haley Burton? ¿La estrella de plata de Exxon? ¿La medalla de honor de la Reserva Federal?
Las posibilidades son tan infinitas como nuestra capacidad para auto engañarnos y la capacidad de aceptar los engaños de otros.
Si los hombres van a morir a cambio de dólares, lo único lógico es reconocer a donde van esos dólares. Tal vez deberíamos de cambiar el juramento de servicio también. Ya no hay necesidad por defender la constitución, destrozada hace tiempo por otros que juraron defenderla, puedo sugerir la siguiente revisión: “Juro solemnemente mantener y defender al acta de fundación de la empresa y proteger a los resultados trimestrales ante cualquier enemigo, quienquiera que diga la burocracia corporativa.”
Por supuesto que no haremos semejante cosa, la primera víctima de la guerra moderna siempre ha sido la verdad sobre porque estamos peleando, les decimos a los jóvenes que peleen con la ilusión hipnótica del deber y del honor. El hombre americano confunde a las causas grandiosas con las maquinaciones de aquellos que se benefician por la guerra y que también disfrutan de la inmunidad de los horrores de la guerra.
El hijo de un hombre pobre de Rull Mississippi, consigue que le dividan su cuerpo en dos en una explosión con una IED, para que el hijo de un magnate pueda oler líneas de coca en una casa de fraternidad de una universidad para niños ricos.
Ocasionalmente vemos participar a los hijos de los privilegiados, servir en la guardia nacional luce muy bien en el currículum de un político. Y puede que algunos de los más afortunados crean las mentiras que los dioses corporativos. Este es un problema muy profundo.
Pero al fin de cuentas la guerra moderna es la muerte de los hombres pobres para que aquellos que no son ni hombres ni pobres sean excluidos de la muerte y por razones tan repugnantes que cualquier mentira cambiará lugares con la verdad.
Cualquier nobleza a la que hallamos asignado al sacrifico en la guerra, podemos recordarla ahora en el día de los caídos, junto con nuestra honestidad muerta y un millón de niños americanos muertos.
Eso es todo para este mensaje de una voz para los hombres, pero antes de terminar quiero recordarles hoy que tus hijos valen más que el trabajo de atrapar balas y tu también.
Como siempre, espero que lo hayan disfrutado y nos vemos la próxima vez.
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