Paul Elam es un escritor y un activista por los derechos de los hombres que vive en Houston Texas, este es uno de sus primeros ensayos llamado “Una Oración Por Joe Bob”, leído a ustedes por la doctora Peggy Spencer.
Joe Bob busca en su casa por un lugar para guardar sus tarjetas de baseball, las cuales ha coleccionado desde su niñez, pero en todos los lugares en los que busca ya están llenos hasta el tope de otras cosas.
Los armarios de los cuatro dormitorios, están tan llenos de ropa y zapatos como para iniciar un negocio en ebay. Los del pasillo también están llenos hasta la altura del montón con cajas de cartón llenas de las pertenencias de alguien más, sin embargo estas no han sido abiertas en una generación. Con un suspiro, lleva su caja al garaje, sintiendo como los costados se comprimen un poco al forzarlos entre su equipo de pesca y sus herramientas.
De regreso a la casa, algo empieza a surgir en él, algo en la base del estómago, algo como garras. Fue el viaje al garaje, fue demasiado familiar.
Había dos cosas que todos los armarios tenían en común:
Uno, como saben, estaban todos llenos. Dos, casi ninguna de esas cosas eran de Joe Bob. Entre la esposa y los hijos, la casa estaba completamente ocupada. No eran sólo los armarios, todo desde los anaqueles de los baños pasando por los libreros hasta el sótano eran el terreno de otros, lo que queda para él estaba tratando de adaptarse al pequeño espacio alrededor de la propiedad de aquellos que viven ahí.
El corazón de Joe Bob se entristece con un sentimiento irrevocable de las paredes envolviéndolo. Era como si el se hubiese convertido en las tarjetas de baseball, metido en un ataúd de cartón y metido en una esquina sin espacio para respirar.
No era tan sólo la escasez de metros cuadrados, era algo mucho más personal, más importante. El pensó en el equipo de pesca, si fuese a usarlo otra vez, tendría que reemplazar la cuerda, estaba arruinada por el paso del tiempo y la falta de cuidado. En algún lugar en el camino, cuando sucedió ya lo olvidó, simplemente terminaron los viajes de pesca. Habían sido archivados junto con otras cosas infantiles que interferían con su deber de proteger y proveer a la familia.
Su esposa fue instrumental para logar esto, cualquier mención que él hiciese sobre pescar o cualquier diversión personal era recibida con desaprobación fría y preguntas no tan sutiles sobre sus prioridades. Las pocas veces en las que él no cedía ante estas preguntas él lo pagaba con culpa atada a su cuellos como la horca. Eventualmente el entendió el punto, el podría ir de pesca, sin embargo no tendría permitido disfrutarlo.
Al pasar el tiempo la vida pasó también, los amigos se esfumaron, los intereses personales y los pasatiempos se convirtieron en recuerdos, la falta de espacio personal se convirtió en la falta de identidad personal. En algún lugar entre los días de antaño y en donde estaba ahora, su vida se había transformado en algo definido solamente por aceptación automática a las necesidades y con frecuencia caprichos de otros.
Eventualmente llegó a un punto en el que apenas podía recordar que le gustaba pescar, no podía recordar si le gustaba algo. No es que no existiesen abundantes recompensas por cuidar a su familia, el amaba a su familia, se pararía en medio del tránsito por ellos.
Al final, proteger roboticamente deja mucho que desear, pregúntenle a cualquier mujer. Rebelarse en contra de esto es invitar a una tormenta a su casa, pregúntenle a cualquier hombre.
Tal como ya has adivinado Joe Bob es un amigo imaginario, en realidad está compuesto de muchos hombres que he conocido y a pesar de que el personaje es ficticio, su historia es muy real. Es una historia que no se cuenta con frecuencia, mucho menos en compañía del sexo opuesto.
Contrario a la visión popular del mundo, los hombres si tienen sentimientos. Ellos sienten tan fuerte y profundamente como cualquier mujer. Si pelas la piel de un hombre, encontrarás carne y hueso y no tuercas y cables. Los hombres tienen ambiciones, necesidades, deseos y sueños fuera de su rol como protectores y proveedores. No están completos sin estas cosas y aún así, las abandonan sin siquiera luchar.
Muchos hombres son como Joe Bob, trabajando para proveer, quejándose poco respecto a su lugar en la vida y sacrificando mucho por el bien de aquellos a los que aman. Tarde o temprano algo cede, siempre es así. Joe Bob es un hombre común, el no puede identificarlo y ponerlo en palabras porque parece ser que el mundo se cierra en torno a él, tan sólo es así.
Él no sabe que revelarse ante su esposa e insistir que ella apoye que él tome tiempo para sus propios intereses podría resolver el problema o al menos aliviarlo. Si llegase a pensar en eso, el sabe que semejante esfuerzo va a resultar sólo en conflicto encendido y más polvo acumulado en el equipo de pesca de su garaje.
De modo que él busca cosas, lo hace sin saber porque exactamente. Una botella, drogas, violencia, incluso otra mujer, cualquier cosa para sentirse vivo otra vez. Él busca las cosas equivocadas por la razón correcta. No estoy excusando a Joe Bob o tratando de decir que esto explica lo peor que se encuentra en algunos hombres. Lo que si estoy diciendo es que ciertamente podría explicar algo de esto y ciertamente merece una explicación.
Cuando le fallan todas las otras cosas que Joe Bob busca, a veces alcanza un arma y la pone en su cabeza. Esta no es una explicación para todos los casos de suicidio, no hay una sola cosa que explique el suicidio de forma simple, pero si se esto: “la gente que se quita su propia vida, con frecuencia se sienten solos”.
Joe Bob no se siente sólo, él está completamente seguro de que lo está.
Gracias por escuchar “Una Oración por Joe Bob” por Paul Elam. Por favor recuerden que los hombres constituyen más del 80% de todos los suicidios. Mire en los créditos del video para obtener más información y recursos. Puedes encontrar el texto de este ensayo y más en thehappymisogynist.com
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